Hace poco, en una sesión de acupuntura una mujer me contó que había terminado una relación hace un año, y que frecuentemente sentía como si se estuviera volviendo loca, porque no había podido dejar de pensar en él. Sabía perfectamente que no iban a volver, pero algo en ella no la dejaba asimilarlo. Lo buscaba en la calle, aún revisaba si se conectaba, miraba sus redes sociales. A menudo imaginaba encuentros y diseñaba los diálogos.

Tenía claro que no era un amor idealizado. La relación había terminado sin conflictos grandes, con acuerdos claros. Pero algo no la dejaba cerrar el ciclo. Lo pensaba todo el tiempo, la necesidad de conexión seguía activa. Me explicaba que no se sentía triste, era algo más parecido a la obsesión. Una parte de ella seguía en su vida antigua, como si su sistema no pudiera registrar que la historia había acabado.

Le expliqué que es más común de lo que se cree, y que no corresponde a falta de voluntad, ni a la dependencia emocional, porque podía vivir su día a día de forma normal. Era que su registro afectivo no se apagaba tan fácilmente. Algunas personas quedan fijadas a ciertos vínculos, incluso cuando saben que ya no hay nada que hacer. La memoria emocional queda abierta, porque su cuerpo tarda más en darse cuenta que la historia ya no está ocurriendo.

Este proceso en mujeres neurodivergentes, puede ser especialmente difícil de nombrar, porque no implica necesariamente un amor no correspondido, va más allá; es vivir con la idea ficticia, como una sombra, de no poder olvidar. La buena noticia es que esta vivencia tan intensa, que comúnmente se confunde con un estado de crisis profunda, responde a un patrón reconocible llamado hiperfijación afectiva y junto a la necesidad de certeza, generan una dificultad para cerrar algo que fue significativo.

En mi trabajo terapéutico, he visto cómo esta intensidad puede calmarse cuando dejamos de intentar “olvidar” y empezamos a crear recursos para sostenernos, cuando dejamos de intentar apagar el recuerdo y le ofrecemos al cuerpo presente nuevas coordenadas. En el programa que imparto, trabajamos con prácticas accesibles y específicas para estos casos, como lo son el registro sensorial y emocional, la regulación a través del cuerpo, el uso de objetos de anclaje, afirmaciones conscientes y estrategias para fortalecer la autonomía interna sin invalidar lo que se siente.

Es importante comprender que en esos casos, no sirve forzar el olvido. Ayuda más crear formas nuevas de sostenerse, de dar un marco a la hiperfijación, acompañar el cuerpo con prácticas de regulación, trabajar la seguridad interna o redirigir la atención de manera consciente, al mismo tiempo de generar una nueva narrativa para contar lo que pasó.

He acompañado estos procesos y también los he atravesado. Por eso, el programa está pensado para ofrecer un acompañamiento respetuoso, sin fórmulas rígidas, donde cada mujer pueda sentirse contenida, comprendida y capaz de reconstruirse a su ritmo.

Ronina Seoane, Acupunturista y Terapeuta Corporal. Comunicadora Social.