En los acompañamientos que realizo, he observado como hay días donde la sensibilidad de las pacientes se intensifica. Su umbral sensorial cambia, hay días en que les aparecen algunas molestias físicas más marcadas, les disminuye la energía o se les desorganiza la respuesta emocional. Como yo llevo un registro de cada sesión, puedo ver claramente como estos cambios tienden a presentarse de forma rítmica y en sintonía con distintas fases del ciclo menstrual.
También es habitual que estos síntomas hayan sido previamente minimizados o interpretados como señales de inestabilidad o enfermedad. Cuando no hay una causa visceral o un trastorno funcional, se les atribuye exageración, descontrol o algún desequilibrio emocional. Se trata de responder con un diagnóstico rápido y a menudo con medicación, sin considerar los ritmos del cuerpo ni el contexto en que estos cambios se producen.
Ante el temor a ser malinterpretadas o etiquetadas, las mujeres refuerzan su autoexigencia. Intentan rendir igual, mantenerse activas, sostener el ritmo a toda costa. Esta auto presión constante aumenta el malestar, el cansancio y la distancia con las propias necesidades corporales. En mujeres con alguna neurodivergencia el masking se intensifica generando un desgaste mayor que aumenta el dolor físico, altera el sueño y puede llevar a una gran desregulación sensorial, que muchas veces se confunde con problemas emocionales.
Una herramienta útil para hacer visible lo que el cuerpo expresa es el registro cíclico. Esta práctica fue propuesta por Miranda Gray en su libro, Luna Roja, en el cual plantea una forma de observación respetuosa del ciclo menstrual como proceso vital. Su enfoque considera que cada fase del ciclo tiene una energía particular, y que prestar atención a estas variaciones puede favorecer el bienestar físico, emocional y mental.
Registrar no implica seguir un modelo fijo. Se puede hacer en una libreta, una hoja suelta, un calendario o ahora incluso existen app. Lo importante es que su llenado permite anotar espectros relacionados a cómo estuvo el sueño, el nivel de energía, el ánimo, la sociabilidad, la sensibilidad sensorial o la necesidad de contacto o de silencio. Con el tiempo, llevar este registro ayuda a reconocer los patrones propios, a anticipar necesidades y a responder con mayor cuidado cuando aparecen señales de sobrecarga.
Esta observación no reemplaza la atención médica cuando se requiere, pero ofrece una base valiosa para comprender lo que se siente sin juzgarlo ni invisibilizarlo.
El tema del ciclo y sus efectos sensoriales se aborda dentro del Programa Sensorial, como parte del proceso de reconexión con el cuerpo. Observarlo con claridad es un acto de cuidado. Validarlo, una forma de respeto que les sirve a todas las mujeres.
Ronina Seoane, Acupunturista y Terapeuta Corporal. Comunicadora Social.